La aprehensión de la realidad espiritual, las
causas, y todo el proceso que eso implica, exige un amplio y exhaustivo
aprendizaje, ya que estamos acostumbrados a impresionarnos por las formas
exteriores que nos llegan a través de los sentidos, olvidando muchas veces que
nuestra percepción de la realidad es el resultado de un proceso en el cual los
sentidos nos brindan tan sólo una lectura inmediata. Los sentidos no son sino
canales a través de los cuales percibimos, pero luego debemos discernir la
información receptada. Para comprender este concepto es necesario conocer los
dos niveles de discernimiento que el ser humano realiza (Hakdamá Panim
Masbirót 16):
1)
Entre lo que nos hace sentir bien y lo que nos hace sentir mal.
2) Entre lo verdadero y lo
falso.
El primer punto de discernimiento (lo que nos hace sentir bien
y lo que nos hace sentir mal) es común a todos los reinos de la naturaleza y es
de orden instintivo.
El segundo (lo verdadero y lo falso) es exclusivo del ser
humano y requiere una elaboración intelectual, ya que nos exige ver objetivos a
largo plazo.
El primero se refiere al ámbito sensible que conocemos a través
de los sentidos. El segundo al inteligible alcanzable mediante la inteligencia,
como lo explicamos en el item 26.
Cuando el hombre toma conciencia de dichos principios comienza
a expandir su percepción de la realidad, dado que ahora ya no la limita a meras
sensaciones, sino que puede acceder paulatinamente a las causas y luego al objetivo que hay por
detrás de toda la realidad material-sensorial.
A pesar de que los interrogantes de cuándo y dónde comenzó la
Creación no tienen sentido para nuestros Sabios, como fue ya explicado al
comienzo del item, encontramos en los textos de nuestra tradición: la
Torá, el Zóhar, Etz Jaím, etc. expresiones temporales,
espaciales y antropomórficas.
Cuando los textos se expresan en términos temporales se
refieren a causas y consecuencias; siendo «lo anterior» la causa y «lo
posterior» el «efecto» de dicha «causa». Algo similar sucede con los términos
espaciales: «alto», «elevado», indican cercanía al origen, al Infinito o Ein
- Sof; mientras que «bajo», por el contrario, significa lejanía del origen.
Lo elevado es el altruismo, pues nos acerca gradualmente a la forma original, a
la Fuente Infinita que nutre en forma altruista a toda la realidad, al Kadósh
Baruj Hú. El egoísmo, por el contrario, es lo bajo pues nos aleja de El.
El antropomorfismo que aparece en los textos tradicionales es
una forma de expresión utilizada para que el ser humano comprenda, a partir de
su realidad y experiencias en el plano material-sensorial, los conceptos
espirituales que se encuentran «más allá» de lo
temporal-espacial.